la Muerte del Miedo
Por Carlos de la Rosa Vidal
Cuenta una antigua historia que se reunieron, en una
conferencia mundial, todos los hombres más valientes
de la tierra; para discutir sobre quién era el culpable de
generar el miedo en las personas.
Necesitaban encontrar al culpable para juzgarlo, y
declarar internacionalmente, la muerte del miedo y sus
padres. Pronto los valientes del tercer mundo culparon
a los magnates de los países desarrollados, y éstos a su
vez, acusaron a la ignorancia de los hombres la
culpable del miedo. Los ateos levantaron una ácida
crítica contra las religiones acusándolas de la
privatización de Dios, y a su turno éstas acusaron a la
falta de fe, la responsabilidad del miedo de los
hombres.
Los hijos acusaron a los padres, y las mujeres a sus
amantes. Después de tantos días de un debate
infructuoso, pidió la palabra una mujer tan sabia como
valiente que hasta el momento no había pronunciado
discurso alguno.
Para conocer el origen del miedo y sus responsables -
sentenció con elocuencia- no debimos convocar a los
más valientes del mundo, sino a los más tímidos de la
tierra. Silencio. Los millones de rostros valientes se
observaron unos a otros.
Pero no es necesario que convoquemos a otra
conferencia de la naciones, amigos conspiradores,
continuó la mujer, ni que gastemos millones, sino que
nos preguntemos cada uno de nosotros, por suposición
los más valientes, si tenemos algún miedo que impide
ser lo que queremos, o hacer las cosas ansiadas. Nuevo
silencio.
Aun, entre los más valientes, existen miedos. La
solución no está en declarar su muerte sino en
convertirlo en una fuerza de arranque y no en un factor
de autoaniquilamiento.
Todos se abrazaron en señal de iluminación y sabiduría.
Las palabras de esta sabia conspiradora calaron
profundamente en el corazón de aquellos miles de
miles de valientes. Y así como esta historia son también
decenas las discusiones cuasi filosóficas, debates
enmarañados en la búsqueda de los culpables de un
pasado que ya no existe, cuando deben buscarse a los
responsables del futuro y del presente.
Aquellos culpables y responsables somos nosotros
mismos. Porque hemos actuado en nuestra contra con
las excusas de “el otro no me deja ser yo mismo”,
cuando en verdad los responsables de ser nosotros
mismos, ¡que coincidencia! somos nosotros mismos.
Buscamos culpables en todo. Derrochamos energía en
una especie de justicia vengativa y no reconciliadora.
Por último le echamos la culpa a nuestros miedos,
creyendo su origen tan lejos de nosotros. Miedo a amar
auténticamente, miedo a la riqueza, miedo a la paz, y
por último como escribió Erich Fromm, “miedo a la
libertad”.