Una alta montaña impedía con su sombra que una aldea, construida a sus pies, recibiera los rayos solares. Los niños crecían raquíticos. Una mañana los aldeanos vieron al más anciano marchar por la calle, con una cuchara de porcelana en las manos.
-¿A dónde vas? –le preguntaron.
-¿Para qué?
-Para quitarla de allí.
-¿Con qué?
-Con esta cuchara.
Los aldeanos estallaron en carcajadas.
–¡Nunca podrás!
El anciano respondió:
-Ya lo sé: nunca podré. Pero alguien tiene que comenzar.
-¿A dónde vas? –le preguntaron.
-¿Para qué?
-Para quitarla de allí.
-¿Con qué?
-Con esta cuchara.
Los aldeanos estallaron en carcajadas.
–¡Nunca podrás!
El anciano respondió:
-Ya lo sé: nunca podré. Pero alguien tiene que comenzar.
Cuento citado por A. Jodorowski en La Danza de la Realidad y muchas veces referido por él mismo en conferencias, entrevistas, etc.